Solía soñar con regatear al guardamenta, pararla en la línea, ponerme a cuatro patas y cabecearla a la red. Cuando marqué en 1968 contra el Benifica en la final de la Copa de Europa por poco lo hago. Dejé al portero tirado pero entonces me acojoné, ¡podría haberle dado un infarto al jefe!